sobre los TÍTERES



EL ORIGEN DE LOS TÍTERES
CONTADO POR LOS MISMOS TÍTERES
 
extraído de “El Doble y la Sombra” obra de Toni Rumbau, titiritero catalán

En el origen de los tiempos, los Dioses que poblaban el Universo crearon, a través de la imaginación, los mundos y las estrellas que les daban luz. Crearon también a todas las criaturas que vivían en ellos, pero asustados de ver cómo se multiplicaban, los Dioses se inventaron a la Muerte, para mantener los mundos habitables y en equilibrio.
Ocurrió un día que, de escondidas de los Dioses, surgió una raza de criaturas, heroica como pocas, cuya principal característica era el uso extraordinario que hacían de la imaginación.
Tales seres, nuestros antepasados, se inventaban mundos nuevos y sabían como convertir las imágenes en realidad. Tenían por ello una gran vitalidad y capacidad imaginativa.
Y es así como gracias a la imaginación y a base de burlas, descubrieron un día cómo vencer a la Muerte.
Sus risas llegaron a los Dioses y cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho, se enfadaron mucho y decidieron castigarlos.
Les pusieron hilos, guantes y varillas, de modo que a partir de entonces sólo se podían mover a través de tales medios. Luego, una vez sujetos y maniatados, fueron llamados Títeres.
Los Dioses, perezosos como son y siempre han sido, se inventaron una raza de esclavos encargados de mover a los antiguos rebeldes con sus guantes, hilos y varillas. Los llamaron Titiriteros.
Fuimos así condenados a vivir en unas cajas cuadradas llamadas Retablos, a merced del capricho y la voluntad de sus manipuladores, aquellos esclavos llamados Titiriteros, que tenían una imaginación cero.
Al principio, sólo hacían eso. Pero en seguida, aquella raza de esclavos, como la de los ratones, empezó a multiplicarse. Tanto se reprodujeron que al cabo se olvidaron de nosotros, los Títeres, para los que habían sido creados. Fueron llamados Humanos y su conjunto se denominó Humanidad. Ésta pobló el mundo y lo llenó de ciudades que eran los hormigueros dónde vivían.
Los Humanos robaron nuestros mundos de fantasía, y con ellos inventaron las culturas y las civilizaciones, que hicieron esquemáticas y simples, con sus verdades absurdas y únicas, de modo que siempre estaban en guerra, al creer que unas eran más verdaderas que las otras.
Se olvidaron por completo de nosotros, convencidos de que eran libres y que podrían ser como los Dioses.
Pero a diferencia de nosotros, la Humanidad estaba sometida a la Muerte, motivo por el que morían como moscas, ya que todos los nacidos, un día u otro, estaban condenados a morir.
Hartos de la situación, los Títeres decidimos salir de la Tierra y emigrar a otro planeta del Universo.
EL REGRESO
Al cabo de mucho tiempo, algunos Humanos sintieron la nostalgia de las épocas primigenias y decidieron volver a ser titiriteros. Pero ya no estaban los Títeres de Antaño, pues éstos se habían ido a otro planeta, de modo que tuvieron que construir unos muñecos para imitarlos, según les indicaba el recuerdo que tenían de ellos.

Al principio no sabían cómo hacerlo, hasta que un día alguien tuvo la feliz idea de descender a las profundidades de su ser y descubrir el recuerdo de uno de los viejos Títeres que se hallaba escondido en un repliegue de la memoria.
Aquel osado titiritero escuchó la voz del Títere de Antaño, y quedó tan impresionado, que ya no pudo descansar hasta encontrar la manera de imitarla. Inventó así la lengüeta. A partir de entonces, el mismo espíritu del Títere que habitaba en su interior lo fue guiando en sus andanzas titiriteras. Éste se puso por nombre Polichinela. Y feliz de regresar al Mundo, decidió que a partir de entonces se reproduciría él solito, poniendo huevos como una gallina que él mismo incubaría.
Desde aquel momento, todos los humanos que gustaban de la vida y de la libertad, tenían que buscar en su interior a su propio Polichinela, para que les insuflara el viejo espíritu libertario de aquellos seres primigenios que un día inventaron los mundos de la imaginación, y que habían decidido ser libres y soberanos.

LOS TÍTERES... 
CON NOSOTROS DESDE SIEMPRE.
de Elena Santa Cruz , Titiritera Argentina, 
Docente en  Nivel Inicial, Terciario y Universitario en Cátedras relacionadas a Títeres, Educación y Salud.

Hablar de títeres implica básicamente, reconocer un inmenso camino compartido por el hombre y el muñeco, que desde la caverna los une y son hasta hoy inseparables. 
Podemos decir que existe una memoria colectiva relacionada a esta historia vivida desde los comienzos en compañía de los muñecos y una historia individual anclada en las emociones más profundas de la infancia; porque es innegable, que aún en la cuna más humilde, un sencillo muñeco de trapo acompaña al niño. 
Y es así que el títere ha transitado  silenciosamente el paso de los años conmoviendo generación tras generación... Por eso hoy, en medio de las grandes comunicaciones vía Internet, nada suplanta este arte milenario que es pura pasión... tracción a sangre.
Grandes maestros vivieron y promovieron las increíbles posibilidades que da el títere en los más diversos ámbitos: Mane Bernardo , Sara Bianchi, Javier Villafañe y Ariel Bufano quien incursionaría junto al doctor Jaime Rojas Bermúdez realizando títeres en el Hospital Borda, fruto de lo cual surgiría el libro "Títeres y Psicodrama".
Por todo esto, es imposible hablar del títere como un recurso, como mera herramienta o motivación para desarrollar otro tema. Si en un punto es verdad que es así, el títere es mucho más y quizás ése sea el gran desafío, abrir las alas, crear, estudiar, investigar y como diría Mane Bernardo:
"que los títeres lleguen a todos los ámbitos y que allí donde entre un titiritero se abra un nuevo camino"

Títeres y Educación.

"El títere nació el primer amanecer, cuando el primer hombre vio por primera vez su propia sombra y descubrió que era él y al mismo tiempo no era él. Por eso el títere, al igual que su sombra vivirá con él y morirá con él".Mucho y valioso se ha escrito sobre Educación por el arte, y sin duda el trabajo con títeres busca un desarrollo integral del niño.
Los títeres- personajes teatrales- posibilitan a la hora del armado de un taller, desplegar un abanico inmenso de posibilidades:
literarias: para el armado de los guiones
plásticas: -para escenografías, utilerías, afiches de promoción de la obra, fabricación de los muñecos.
musical: acompañamiento de la obra, sonorización de las obras (efectos).
Puesta en escena: designar personajes (entradas, salidas), organización de los titiriteros, pequeños bailes o coreografías, iluminación.

Como se verá, la fabricación de los muñecos es uno de tantos puntos en una obra.
He observado talleres de títeres que solo se dedican a la construcción de muñecos. Esto es muy valido, pero ¿cuál es el objetivo final?.
Mi objetivo como docente- titiritera es que los talleres sean expresivos, no técnicos: la técnica en función de la expresión. Cuando un nene quiere decir algo con su muñeco y no puede nace el CONFLICTO EXPRESIVO.
Y a partir de este conflicto buscamos la técnica apropiada para que sea clara su expresión a los otros. Si yo fabrico muñecos por el placer de la construcción, tendré un hermoso taller de fabricación de muñecos y no esta mal que así sea, pero no es taller de títeres. Si yo enseño técnicas es muy probable que sean muy virtuosos en sus movimientos pero, ¿y lo que deseaba decir el nene?.
Que nuestros deseos de ver una puesta en escena "linda", no obstruyan el maravilloso proceso creativo, que solo en el hacer y deshacer, en el probar y equivocarse puede surgir.
Cuanto aprendizaje para la vida hay en este descubrir y descubrirse que encierra el manipuleo del niño con el títere, en donde él pone voz, nombre y "personalidad", con tantas características semiocultas de su propia historia. Crear, recrear la propia vida en este juego de títeres.
Por otro lado , el personaje títere imprime diálogo, y en este juego me comunico con los otros miembros de mi comunidad y así me muestro y me reconozco en este doble juego "interno y externo".
Dice Manuel Pantigoso, en su libro "Educación por el arte":
"La educación entendida como proceso global y permanente que implica alteraciones sociales, culturales, económicas, políticas, etc., y que va de acuerdo a las finalidades que cada sociedad le otorga, es un componente de la cultura entendida ésta a su vez como el "hacer" acumulable, transmisible y modificable por esa Educación. Quien educa es la vivencia y la convivencia y la escuela es solamente un lugar donde esto puede suceder.
Ahora bien, si aceptamos que una de las finalidades de la educación es lograr que los individuos sean capaces de relacionarse de manera constructiva y sensible con ellos mismos y con el medio ambiente a través de las diferentes formas del lenguaje, entonces aceptaremos también que el arte es un medio eficaz para lograrlo, porque coincidentemente ésa es también - como hemos visto- una de sus finalidades: la relación igualmente sensible y constructiva con la realidad interna y externa utilizando las distintas formas de expresión".
En este punto los títeres funcionan como puentes expresivos que permiten mirar mi mundo interno y compartirlo; dejan así de ser simples muñecos para transformarse en personajes del arte más antiguo: "el Teatro".
En un mundo lleno de técnicas y grandes soledades, de pocas miradas que se cruzan, los chicos cuentan y nos hacen dar cuenta, los solos que vivimos.
Un taller de títeres es... una ventana al infinito. Pedazos de paño que se comunican con la necesidad vital de mirarse a los ojos, de decir que siento, quien soy y que me pasa, algo tan vital como el pan. Por eso no podría cerrar este pequeño artículo sin decir  que por sobre todas las metodologías existe una filosofía de lo que para el docente es su taller, un objetivo madre, un deseo profundo de comunicación a través del arte que ira organizándose de distintos modos y siempre atento a los emergentes vitales del grupo. Que nunca nos falte el arte..., porque sin duda es el aire con el que el mundo sueña con un mañana mejor.

A modo de despedida:
He recibido con maravilla  este texto que deseo compartir a modo de cierre por la profundidad de sus palabras y la filosofía que él transparenta:
"Cuando uno va a ver una función de los BREAD & PUPPET Theater (pan y títeres), Peter Schuman recibe a los espectadores (antes de comenzar la función), con un pedazo de pan.
PAN que ha sido amasado y cocido por los integrantes de la compañía.
El espectador parte el pan y da el resto a su vecino, quien lo parte y pasa lo que queda.
Cuando todo el mundo ha probado el pan, comienza la función.
Dice Peter Shumann: "la gente está hambrienta. El trabajo de hacer pan requiere un buen horneado para la digestión y para que sea accesible a todos... La guerra y el hambre deben ser abolidas. El agua, el aire y el suelo deben resucitar... Nuestra alma está hambrienta y el hombre no solo debe vivir de pan, sino también de títeres.
¿Cuál es el objetivo de un espectáculo de títeres?. Simplificar el mundo, supongo, para emplear un lenguaje sencillo que todos podamos entender; captar al espectador, encender sus emociones, compartir. Los titiriteros creen que su arte debe ser artesanal, como el pan que cuecen. Por tradición y por elección repudian el arte como negocio, el arte como mercadería
acabada.
Para Schumann, la creatividad no requiere capital. El pan y el arte deben ser armónicos, artesanales, simples, tiernos y tienen que satisfacer las necesidades del espíritu. Desde los albores de la humanidad hasta la actualidad, consciente o no, ésta ha sido y es la "ETICA DE TODO TITIRITERO".

EL TEATRO DE TÍTERES
Y LA EDUCACIÓN
  de Traude Kossatz, publicado originalmente en el sitio del Berliner Puppenkoffer, de Uwe Kraus

Como los espectadores del teatro de títeres son, en su gran mayoría, niños, se suele pensar que este tiene solo una función pedagógica. Pero no hay ningún teatro -el de títeres tampoco- que deba subordinarse a unas supuestas metas educativas.
La "autonomía del teatro"; la "experiencia teatral" que quiere comunicar... Estas vivencias tienen que ver con la ilusión, con el "hacer como si", con la transformación de las cosas. Mediante la intervención de personajes que hablan y actúan y mediante su propia perspectiva, el teatro influye al espectador, comunica sus sentimientos, su racionalidad y un mundo de vivencias visibles. Así, una obra teatral puede ser una ayuda orientativa para el comportamiento de cada cual en la vida cotidiana. Realiza afirmaciones, trata varios temas y expresa ideas; es, en suma, un foro abierto a la discusión.
Si se considera que eso es, en el sentido más amplio del término, un elemento "educativo", entonces todo el teatro es educativo.
Los niños y el teatro. Muchos niños tienen su primera experiencia teatral, cuando menos en Alemania, al visitar un teatro de títeres. Y les asiste el derecho, tanto como a los adultos, de no ser ante todo educados por este teatro, sino de divertirse y aprender nuevas cosas sobre el mundo en el que están creciendo. Se trata de puro teatro, de una educación continuada, de una preparación para este "teatro" que une diversas artes: el movimiento, los colores, las formas, la música y el habla.
¿Por qué, entonces, un teatro de títeres para niños? No hay ninguna otra arte que acceda con tanta facilidad a los niños. El títere es más pequeño que los niños, de forma que estos no sienten detrás la presencia de los adultos. El personaje (sea el que sea: un Kásperle, un erizo, un oso...) le habla de tú a tú. Así, entre uno y otro surge una enérgica empatía vital, tanto corporal como espiritual. Es el proceso creativo: las representaciones teatrales se desarrollan delante del niño y que su fantasía participe y complete la historia. Poesía, música y baile pueden asentarse en el niño como un embrión que asegure un lugar para el arte durante su crecimiento. Para lograr esta fijación de una base teatral interactiva es imprescindible resultar atrayente a los niños y adolescentes. ¿El teatro de títeres al servicio de la educación? Puede ser, en efecto, en medio muy eficaz para la realización de determinados objetivos pedagógicos. Para la transmisión, profundización y experiencia activa de ciertos contenidos, los títeres y los muñecos son un puente ideal; estas figuras tan queridas por los niños pueden darlos consejos sobre, por ejemplo, una conducta vial segura, el cuidado higiénico de sus dientes, la pérdida del miedo a acudir al médico, la aceptación de los extraños, etc. En clases como las de lengua, el títere participa en la comunicación con la ventaja de ser "neutral".
Ello es especialmente adecuado en el aprendizaje de la(s) lengua(s) nacional(es) por parte de niños extranjeros.
¿Y qué decir de la educación artística? El notable componente escultórico del teatro de títeres exige el uso de la fantasía formativa y constructiva del alumno y desarrolla su experiencia visual. La fabricación de elementos lúdicos es perfecta para proporcionar una instrucción creativa sobre materiales, formas, funciones y movimientos. Mediante ella, además, el profesor puede aprender mucho sobre la individualidad de su pupilo y utilizar estos conocimientos para desarrollarla y para integrarse en su mundo cotidiano. Los problemas relacionados con la forma requieren, a su vez, que el niño dedique esfuerzo a las artes visuales y la estética, que desempeñan un papel esencial en la educación. Según Herbert Read, por último, sirve entre otras cosas para estabilizar la receptividad a la intensidad natural de la percepción y la sensación, así como la coordinación de las diversas artes entre sí y con el mundo exterior.
Además, en el teatro de títeres, el niño puede ser el intérprete. El rendimiento es el mismo que se obtendría si interpretara un papel como actor, pero con la ventaja de que el niño se introduce en una forma exterior dada con la que puede encariñarse, ya sea por su movimiento emocional o por la palabra. En este teatro, la capacidad interpretativa de los niños es mucho mayor que en otras formas; los títeres son atractivos, entre otras razones, porque por sí mismo ya son medio "papel". De este modo, facilitan la introducción del niño en una personalidad extraña: cuando el intérprete es invisible, aparecen como desde un escondrijo. El teatro de títeres proporciona asimismo el placer de interpretar no uno, sino varios papeles: el bueno, el malo, etc. Con ello surge una sana competencia intelectual sobre la distribución de los roles, y de ahí una disponibilidad más elevada a la cooperación con el resto del grupo, así como una sensación de éxito colectivo, que alcanza a varios niños a la vez.
Hoy sabemos con certeza que es importante que el niño entre en contacto con el arte desde una edad temprana: ello favorece la posterior comprensión artística. Si falta este contacto temprano, se echan a perder en buena medida las posteriores posibilidades de relación con el arte.
Los padres tienen, por ende, un deber importante: mostrar a sus hijos un teatro de calidad profesional. El teatro de títeres es una de las iniciativas que puede permitir más fácilmente este acceso de los niños al mundo del teatro.


SOBRE LOS TÍTERES

 Fragmentos de un texto de Hans R. Puschke (importante autor y titiritero alemán)

   Hace siglos que la comedia de títeres es para la humanidad una fuente de regocijo. Los muñecos atraen al hombre de una manera magnética, ya en puestos de feria o en palacios, con marionetas o con títeres de palo o guante.
   Una atmósfera de IRREALIDAD FANTÁSTICA, un aura de magia y misticismo rodea a los actores de madera; un humor intrépido y una comicidad grotesca ofrecen por añadidura deliciosa diversión.
   En las pequeñas figuras reside una fuerza misteriosa, capaz de arrastrar a niños y mayores, de tal modo que, totalmente hechizados, sienten el latido de la vida allí donde sólo actúan héroes inertes de madera y trapos de colores. Y tan fuerte es a veces la ilusión, que no se perciben los hilos invisibles y los palos guías. El espectador ve únicamente lo que quiere ver, y, cautivado por la farsa, llega a ver mucho más, ayudado por su fantasía creadora; ve a los muñecos reir y llorar y ve toda una escala de emociones reflejada en su semblante de rígidos rasgos. Embaucado en tal pantomima animada, acuden a su fantasía y le hacen creer, por el momento, en la existencia de una realidad.
   El semblante de los títeres es inmutable, rígido como la máscara de una tragedia griega y, sin embargo, se acumula en él, latente, un potencial de fuerza expresiva; vida helada, que se derrite y despierta en la representación. Pero en esta máscara  han de encontrar forma y expresión los rasgos reunidos de su carácter, pues la máscara ha de “hablar” y descubrir al primer golpe de vista todo el carácter del títere.  Con el hierro del tallista le fue grabado el carácter en la cara, inalterable y de una vez para siempre, además su típica figura correspondiente. Así el títere representa la acabada personificación de su papel. No interpreta al rey o al diablo, sino que es, de pies a cabeza, rey o diablo, en su total expresión visual. Es todo mascara, exclusivamente actor, completamente despersonalizado, desindividualizado.
   Mientras en el teatro, en un mundo de fingida realidad, entre bastidores de cartón y luz de candilejas, el actor sigue siendo un resto de realidad, un ser real que, deslizándose en su papel, hoy representa esto y mañana lo otro, y al mismo tiempo, tiene una vida privada, el títere creado para un papel único, es el interprete acaba de las palabras del poeta, el actor ideal sin individualidad ni vida privada, y sobre todo, ya que es de madera y cartón, también realidad fingida. El mundo de ilusión es perfecto. El acorde es sonoro y armónico. ¿No cabe pues, hablar aquí del más puro teatro?...............
......... Misterioso es el mundo en que viven los títeres. Es un mundo de fábula, de misterio, de irrealidad, de sueño. Es el dominio de los títeres. Aquí son auténticas y convincentes las criaturas mas extrañas de la fantasía, ya sean figuras de fábula, espíritus celestiales o del averno, espectros de la noche, duendes, o animales y cosas animadas, apariciones personificadas de la naturaleza, el sol, la luna y las estrellas, o concepciones abstractas. El elemento en que viven los títeres es el reino de la magia, la metamorfosis y la visión. Allí donde el teatro deja de ser convincente y es falto de fe, empieza su reino, y donde el actor se haya al final de su arte, su legitimación.
Cuando los títeres rebasan sus fronteras, penetran en el terreno del gran teatro; cuando imitan a éste, se convierten en sucedáneo del actor y pierden su fuerza convincente. El títere es solo fuerte y conmovedor, cuando es inasequible e insustituible. También esta justificado y es aceptable, cuando es símbolo de la vida y de la realidad: en sátiras, parodias y farsas.......................................................
.........En las postrimerías del renacimiento y en el barroco se repartían el favor del público el teatro propiamente dicho y los títeres.
    Hace apenas doscientos años recorrían todavía los países alemanes los dos representantes de Talía, títeres y compañías de cómicos, ambos pobres, queridos y poco considerados: gente trashumante. Todavía estaban en la misma categorías social y artística; ambos representaban las mismas obras pomposas y aparatosas, de tal manera que el director podía pasar de un género al otro. Pero mientras el gran teatro en su evolución sube a un nivel más alto y se hace sedentario,  cediendo la improvisación ante la obra literaria bien dispuesta, el teatro de títeres se mantiene fiel en su repertorio a la tradición del barroco, va por los caminos a las aldeas y ciudades pequeñas, donde es esperado con ansia y saludado como único representante del arte dramático y sigue siendo el teatro del hombre sencillo y el auténtico teatro popular.
   Los titiriteros no consiguen bienes temporales. Pobres diablos, hasta cuando de tarde en tarde actúan ante reyes y príncipes, cargados de numerosa prole, casi siempre indigentes,  vistos con desagrado por la autoridad. Vagabundos recelosamente vigilados, eternos trashumantes que arrastran un pequeño carro de Tespis, auténticos gitanos titiriteros.
   Estos teatros eran los últimos y venerables testigos de los albores del teatro, del tiempo de la farándula. Compenetrados los comediantes con el pueblo y nacidos de él, exhibían auténtico arte popular. Solo a unos pocos les fue dado pasar el umbral de nuestro siglo, para caer poco a poco victimas del cine y de la radio, impotentes frente a la era de la técnica.
   Su tiempo había pasado. Hoy apenas se encuentran una media docena de estas tradicionales compañías ambulantes: piezas vivientes de museo de una época olvidada y romántica.
   Los teatros de títeres o polichinelas abrían sus tinglados al aire libre, en las calles de las ciudades y en ferias, y se pasaba el plato a los espectadores. Representaban escenas cortas, burlescas, enlazadas entres sí, burdas y rústicas. Lo mismo que hoy en los retablos de títeres de los mercados y ferias, se argumentaba blandiendo la sartén, y las cuentas se ajustaban con la cachiporra. Y el pueblo de divertía.
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     El mundo recorrido fue muy largo hasta llegar a la altura artística actual. Pero hay algo siempre invariable y es que durante siglos el teatro de títeres ha sido y es una fuente de alegría para los hombres, para los de delante del escenario y para los de entre bastidores, pues en medio de un mundo áspero, el reino de los muñecos es un enclave donde reinan la belleza y la bondad, donde reina el cuento.



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